Cuatro Fiestas, música para el goce

Por Orlando Andrade Gallardo

Despedir  el año viejo y comenzar uno nuevo recordando piezas musicales que alegraron el espíritu de los colombianos por más de cinco décadas, es maravilloso. ‘Cuatro Fiestas’ del inolvidable Adolfo Echeverría, es una joya del folclor costeño  que recrea el ambiente caribe en todo su esplendor, por los mensajes subliminales. La imaginación del autor explora el sentir de las gentes para motivarla a gozar, primero en los festejos del ocho de diciembre contando las tradiciones con versos musicales. Seguidamente aflora la espiritualidad alusivo al 24 de diciembre  por  el nacimiento del niño  Dios, presentando una semblanza maravillosa de ese recordado día. 31  diciembre último día de cada año referenciado,  como un pasado triste se convierte en un presente alegre que emociona y llena de sentimientos por el año ido y por el nuevo que llega, acompañado con versos musicales que invita a bailar. El cuarto goce musical de la joya hace referencia a los  carnavales de la Arenosa, símbolo de la rumba, el despeluque y desternillarse por cuatro días sin descanso. La melodía desde que entró al mercado discográfico a mediados de los 60, no deja de sonar en las cadenas  radiales por petición del público, es la canción más escuchada durante el último y primeros meses del año. La Costa Caribe es rica en melodías que permanecen en los recuerdos y sentimientos de las viejas y nuevas generaciones por sus contenidos musicales y mensajes poéticos, propios de la imaginación de sus autores. ‘Cuatro Fiestas’ es una de esas tonadas armoniosa y pegajosa que registra en su manual de canciones el profesor y musicólogo Antonio Royet, al igual que otras piezas musicales con gran tradición y aceptada por el público, como: Micaela (1944) del barranquillero Luis Carlos Meyer. El bobo de la yuca (1945) Daniel Santos. El ron de vino (1948) Guillermo  Buitrago. A lo oscuro metí la mano, (1954)  Ángel Viloria. Te olvidé (1954)  Antonio María Peñaloza.              La matica de mafafa (1961) Pedro Laza. El turco perro (1961) Aníbal Velásquez. La pollera colora (1962) Wilson Choperena. Carnaval de Julieta (1962) del inolvidable periodista Gustavo Castillo  García. Tres punta (1963) Corraleros de Majagual. Azucena  (1963) Noel Petro. La piragua  (1968) José Barros. Las tapas (1981)   Lisandro Meza. El ñato mama ron (2009) Noel Petro. Con esta muestra musical y orgullo caribeño, podemos armar la rumba en cualquier lugar del planeta.

Desde siempre Barranquilla ha sido pionera en muchas actividades culturales, hoy podemos afirmar que la música cubana, dominicana y puertorriqueña entró por la Arenosa en los 60 cuando los llamados vaporinos criollos viajaban en los buques mercantes de la FMG y compraban en Nueva York las joyas musicales de última generación encargados por propietarios de estaderos. Desde esa época se escucha en la ciudad la Sonora Matancera, Cortijo, El Gran Combo, los Titos Puente y Rodríguez, Ricardo Ray, los Palmieri, Pacheco, los Joe Cuba y Quijano, Willi Colón, La Fania etc. En la zona roja del  barrio La Ceiba y Rebolo estaba La  Charanga, Las Gardenias, Boricua, Play Pigal, La Cien. Para citar algunos. Con el sonido bestial de las trompetas, piano, batería y trombones, salían al ruedo los danzadores con movimientos armoniosos al compás del ritmo acudiendo al buen oído y sin haber asistido a ninguna escuela de baile hacían vibrar al público en medio de aplausos y emociones. En    Barranquilla existe un gran potencial de bailarines que esperan una oportunidad para desarrollar sus actitudes y formalizar las escuelas de baile sería un avance cultural. Barranquilleros auténticos como el timbalero mayor Charly Pla, el presentador número uno de espectáculos salseros Tico Salsa y el ingeniero melómano Henry de Jesús, pueden liderar este gran proyecto, con el acompañamiento de otros personajes amantes del son.

Feliz año nuevo 2021, amigos y lectores del Diario LA LIBERTAD.

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