Por: Diógenes Rosero Durango
Angela Merkel, primera ministra de Alemania, llamaba la atención -muy preocupada-, sobre lo inaceptable que era para ella el impacto en muertes que podría tener la relajación de las precauciones de los alemanes durante las fiestas. Estimaba en 590 víctimas diarias, si no se mantenía el distanciamiento y las precauciones en las celebraciones de fin de año. Se refería a un país que ya inició la vacunación y que tiene una de las redes de protección social más importantes de Europa. Las alarmas son evidentes.
En Colombia, mientras tanto, las muertes cabalgan de manera imparable, sin que se perciba una preocupación proporcional. Sufrimos una gradual pero constante pérdida de vidas, que, aunque no han terminado por colapsar los sistemas de salud, si llevamos un penoso saldo luctuoso que nos ubica en el décimo país a nivel mundial con más muertes. Una catástrofe humana sin precedentes, que pudo ser peor, si; pero que el costo ha sido demasiado alto, una realidad inocultable.
El gobierno al no querer gastar recursos, ha optado por un modelo minimalista que se preocupa por contener los efectos, pero no en atender las casusas de los riesgos que aumentan nuestra vulnerabilidad frente al Covid. Una mirada poco integral, que no nos da garantías de superar la pandemia con todas sus aristas. Además de un problema de salud multicausal, sus efectos directos y colaterales afectan la vida -y todo lo que implica eso- de millones de personas.
Claro la vacuna es la solución de salud al corto plazo, pero, ¿Qué pasa con los estragos y los problemas estructurales que quedaron al desnudo?
Colombia tiene un ecosistema -como otros países de renta media- propicio para el Covid: desigualdades -que se expresan en un sistema de salud inequitativo-, poca cultura ciudadana -que no valora la vida como fundamento de la sociedad-, y una economía informal -que no permite una regulación de las actividades y protocolos de bioseguridad efectivos-. Un coctel que le permitió al virus expandirse y causar los impactos sociales devastadores que estamos viviendo.
Por eso estamos como estamos en estas navidades y fin de año: con la mayoría de grandes capitales retomando medidas excepcionales y trastabillando por el aumento de los contagios. Nos cogió el fin y comienzo de año, en la segunda ola de contagios. Frente a lo cual, y por una visión tapa incendios del gobierno, parece nos golpeará de manera inclemente.
Nos quedamos esperando la vacuna y mientras tanto el drama de las muertes y los impactos sociales sin respuestas públicas. Pidiendo distanciamiento y disciplina ciudadana sin las condiciones necesarias que debe proporcionar el estado.
¿Qué haremos en esos largos meses cuando se pueda usar de manera masiva la Vacuna?, parece no haber un plan y poca gobernanza local que permita intercambiar lecciones y diferentes perspectivas desde los territorios. Las únicas respuestas parecen ser los cierres. Muy poca creatividad.
En Barranquilla a pesar que no sufrimos el colapso del sistema de salud, el subregistro de muertes por falta de UCIS y de ciudadanos en sus casas llegó a un punto álgido de pánico generalizado. A lo cual nacionalmente se respondió con apoyo del ejército y mercaditos.
Una mirada estratégica e integral del problema nacional debe pasar por fortalecer nuestro sistema de salud; garantías sociales máximas para fortalecer cercos epidemiológicos o cierres de actividades económicas formales e informales; y una fuerte propuesta de educación ciudadana. Nos quedan 3 largos meses de camino hacia la vacunación masiva y no podemos quedarnos de brazos cruzados haciendo lo mismo.
La escalada del fin de año pinta con picar y extenderse de aquí al momento cumbre de la vacunación, que mientras llega, nos costará un inmenso número de vidas. Si la tendencia se mantiene, estaríamos hablando de al menos 9.000 colombianos más en la estela de muertes
En el Atlántico, en donde ya pensábamos habíamos superado lo peor, comenzamos a registrar nuevamente muertes de dos dígitos y congestión en las UCIS de acuerdo a masivas denuncias ciudadanas.
En un país en donde el conteo de fallecidos en un programa de televisión, es mas importante que salvar vidas, aun no aprendemos a valorar las pérdidas humanas, ¡¡LA VIDA ES SAGRADA!!
#DIARIOLALIBERTAD