Violencia obstétrica

  • Por: María Serje Arias
  • Colaboradora

Para poder definir la violencia obstétrica se han tomado dos definiciones latinoamericanas, éstas convergen en sus posturas al definirla como la apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por personal de salud, que se expresa en un trato deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad, impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres.

La violencia obstétrica reúne diversas formas de expresión de control y opresión sobre los cuerpos/psiques de las mujeres y niñas que están embarazadas o que se encuentran en trabajo de parto. En este caso, es importante no hablar de mujeres sino de cuerpos gestantes. Para ello se habla de una ley de parto humanizado o parto respetado.

Para la Organización Mundial de la Salud, hay 5 tipos de violencia obstétrica: La primera está relacionada con  las intervenciones y medicalización innecesarias y de rutina (sobre la madre o el bebé), la segunda  sobre  Maltrato, humillaciones y agresión verbal o física,  la tercera se relaciona con falta de insumos, instalaciones inadecuadas, la cuarta  con  ejercicios de residentes y practicantes sin la autorización de la madre con información completa, verdadera y suficiente y la quinta definición  con la  discriminación por razones culturales, económicas, religiosas, étnicas.

La violencia obstétrica como un término polisémico se ha legitimado gracias a los activismos feministas que se han gestado desde 1960 en defensa de los derechos sexuales y reproductivos, y de igual forma gracias a la consolidación del “ideario global de humanización del parto”, el cuál enmarca una serie de demandas que exigen una atención del parto humanizado y parto respetado, a través de diversas formas, expresiones,  organizaciones civiles e institucionales, la redirección y la vuelta al paradigma original de atención al parto, en dónde se tenga en cuenta el protagonismo de las mujeres y la no patologización de la fisiología natural de las mismas.

Para muchas mujeres, el nacimiento de sus hijos o hijas es uno de los acontecimientos más importantes de su vida, puesto que marca la transición hacia la maternidad. La premisa judeocristiana “Parirás con dolor” se encuentra instaurada en la construcción social y cultural hegemónica occidental de la maternidad como destino inevitable el cuál toda mujer gestante debe sentir y vivir en el momento del parto y nacimiento de sus hijos o hijas, plasmada en las narrativas intergeneracionales relatadas de mujer a mujer con respecto a cómo somos traídos (as) al mundo. A esto se le suma la representación simbólica hegemónica de “madre sacrificada”, que debe soportar el dolor por sus hijos o hijas.  Esta cosmovisión trae como consecuencia que en las gestantes existan expectativas cargadas de miedo y prevención ante el riesgo en el parto, haciendo que las mismas se encuentren en una situación de vulnerabilidad y sensibilidad con respecto al momento del parto.

Por eso se hace vital hablar de este tipo de violencia que está normalizada y aceptada por la sociedad. Cuando decidimos hablar de nuestros procesos al momento de parir y gestar nos damos cuenta que la mayoría de las mujeres han vivido este tipo de violencia sin saberlo.

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