El cine en medio de la pandemia

Por: Jaime Guzmán

Desde tiempos inmemoriales, el ser humano siempre ha buscado la forma de entretenerse, especialmente fuera de sus obligaciones. Ante alguna inconveniencia o algo sumamente trascendental, desea apreciar el espectáculo, mas no ser protagonista de un acontecimiento. Como si adentrásemos en el pasado, en medio del imperio romano, es preferible ser un hombre del pueblo que un gladiador, teniendo una conducta que a la larga no tenga pena ni gloria en la tierra, pero cuya tranquilidad está por encima de cualquier acto heroico y trascendental.

De la analogía del párrafo anterior, la entretención ha sido tan valiosa para el hombre que cualquiera diría: “es para descansar de la rutina laboriosa de los días”. Es cierto, ya sea por medio de juegos, deportes, obras de arte, literatura o cine, el ser humano busca siempre su manera de recrearse y a veces de obviar los deberes. Precisamente en estos momentos de la rutinaria vida que llevamos desde comienzos de la pandemia, hace aproximadamente cinco meses, prevalece más la función de ser un aficionado más del tumulto y evitar exponer la piel, como lo que se aprecia desde la grande o pequeña pantalla, y no ser el actor protagonista de una admirada existencia humana.

Con la reapertura del autocine en diferentes partes del país, “gracias a la epidemia”, todo pareciera que regresa en el tiempo justo, y ver películas desde los carros, como está ocurriendo aquí en Colombia, exactamente en agosto.

Escenas como las de «Lolita» y sus padres (cinta de Stanley Kubrick de 1962) nos muestran un recuadro donde se ve el fiel reflejo de las personas apreciando el séptimo arte en aquel entonces. Ni hablar de «Grease» de 1978, cuando Danny (John Travolta) y Sandy (Olivia Newton-John) expresan la libertad sexual de los años 50.

Pero ahora, ¿cómo se podrían interactuar o realizar ese tipo de melodramas en estos días? El punto de vista del creador de contenido cinematográfico durante la pandemia ha tenido que reescribir muchas producciones, sobre todo porque seguramente se van a generar algunos sobrecostos de bioseguridad que no estaban contemplados, lo que obliga a reescribir las historias, reduciendo costos para salir a rodar y grabar. Después de la pandemia vendrán muchos contenidos alusivos a lo sucedido, muy seguramente sobre cómo surgió todo esto, alguna historia de superación. Así que seguramente veremos muchas producciones cinematográficas alusivas al coronavirus,” expresó Julián Juzga, realizador audiovisual.

“Sin embargo, a pesar de que las cosas o el preguntar tiende a hacer la labor más elemental, en este caso juega dos y hasta tres dimensiones, porque el mismo director sabe cómo apreciar diversas visiones. Desde el espectador, como consumidor de contenido cinematográfico, durante la pandemia ha tenido un espacio para ver y analizar inconscientemente producciones cinematográficas por las diferentes plataformas, y esto no es un dato menor. Los generadores de producciones cinematográficas tendrán que hacer una lectura de cuáles son los nuevos retos que pide el espectador. Claro está, esto funciona para quienes desarrollan cine comercial. Quizás el espectador esté más abierto a mirar contenido audiovisual independiente,” amplía Julián.

En sí, el reto a nivel nacional e internacional de los productores es hacer que esta máquina fantasiosa sea nuevamente un imán para las personas y que las productoras cinematográficas reflejen historias que atraigan al espectador y estos vuelvan a las salas de cine, después de degustar las mieles de las plataformas digitales y quedarse gustando de ellas.

Hoy se cumplen 113 años desde que Thomas Edison llevó a cabo la demostración del quinestocopio al público, haciendo que el sonido fuese tan fundamental en los filmes y estructurando la magia del cine, que ya no fue solo visual sino también auditiva, convirtiéndose en audiovisual.

Sin embargo, esta demostración no fue del todo exitosa: los tajos de la película y la mala preparación de los operadores dificultaban la correcta sincronización de imagen y sonido. Recién a fines de la década de los años 20, los avances tecnológicos lograron hacer comercialmente viable el cine sonoro. Si bien la primera máquina de cine se atribuye a los Lumière, los aportes de Edison, como el quinestoscopio y la película de 35 mm, fueron claves para el progreso de la cinematografía.

“Básicamente, lo que vemos es que en ambas fechas se observa una EVOLUCIÓN. En su momento, hace 110 años, con la experiencia sensorial del sonido en una película, y hoy en día con los efectos sensoriales de las SALAS DE CINE con toda su tecnología, pasando por el 3D VISUAL, la sensación de humedad si está lloviendo durante la película, la sensación de calor si hay un incendio, y la sensación de que la silla vibra si la escena de la película lo presenta, como un terremoto. En un solo concepto, el CINE 4D, que es hacia donde las SALAS DE CINE tendrán que evolucionar con mayor rapidez. Quizás el arte cinematográfico es, entre todas las formas de hacer arte por parte del ser humano, el que más evoluciona de manera rápida. Basta con mirar cuánto ha evolucionado la pintura, la escultura, el arte escénico, la literatura o la fotografía, y se darán cuenta de que la evolución del cine es más rápida, siendo estas mucho más antiguas,” concluye Juzga.

Así, el argumento histórico lleva a la conclusión de lo que significa el cine como espectáculo y sensación para los aficionados, cuando cualquier mínimo detalle de bioseguridad si no está bien empleado, puede despertarnos del inconsciente y suspender la gracia de entrar nuevamente en la película. Pues perderíamos su hilo narrativo y jocosamente estaríamos expuestos a que otras generaciones, en el futuro, nos retraten sobre cómo superamos la epidemia, pero nunca desde una pantalla grande.

#DIARIOLALIBERTAD