Un oscuro panorama

 
Hay quienes han dicho – quizás con mucha razón– que nos cambió el panorama del futuro para los colombianos y el resto del mundo; acudiendo a la lógica, podremos llegar a la fácil conclusión que la expresión no es que sea tan descabellada, porque las penurias que se observan en todas las latitudes son evidentes.
Algunas limitaciones de la ciencia, de los servicios de salud y la angustia de quienes no pueden trabajar para generar su ingreso, entre muchas otras manifestaciones de la crisis, han ido animando el sentido de responsabilidad frente a su propio cuidado personal y el de los demás, de la solidaridad frente a los que viven con la angustia originada por la escasez y la incertidumbre que los rodea, estas son realidades que invitan a la reflexión, para emprender la búsqueda de los caminos que conduzcan a una economía más justa, más humana y más inclusiva.
No obstante, sobre el terreno eminentemente incierto y desafiante de la tragedia, ha empezado a florecer una posible esperanza. Aunque vemos tenues luces al final del túnel, son quizás –ojalá que sí– caminos que conducen a resolver el dilema que enfrentamos los colombianos como sociedad, desde luego con el Gobierno a la cabeza, el que a la postre será al que le corresponderá escoger entre salud o economía, protección o trabajo, responsabilidad o necesidad e ingresos o hambre.
La crisis que se vislumbra en la economía y en la vida social originada por el aislamiento obligatorio es algo inocultable, millones de personas que viven del rebusque y la informalidad, los independientes, los micro y pequeños empresarios, los desempleados por el cierre de mipymes y de las múltiples reducciones del trabajo que han dejado de recibir ingresos.
Ante esta notoria realidad se viene observando una gran ola de solidaridad, representada en pequeñas y grandes ayudas de muchas personas naturales y empresas que se encuentran en mejores condiciones y otras maneras de expresar la solidaridad; no hay que negar que varios ciudadanos y empresarios de nuestro país han demostrado su espíritu filantrópico, su espíritu solidario condensado en la cooperación para aportar su granito de arena en la búsqueda de soluciones a la problemática generada por la pandemia.
Es esperanzador observar cómo nuestro sistema de salud ha reaccionado en estos últimos días al proceder a incrementar su capacidad de camas hospitalarias, contando con el decidido apoyo de un importante grupo de empresarios del sector hotelero.
Genera gran optimismo el hecho que los científicos de nuestro país, lo mismo que académicos y empresarios, estén avanzando en la producción nacional de respiradores, aunque existe un clamor generalizado del personal médico frente a su propia protección, el sistema de salud ha demostrado su compromiso y heroísmo en procura del bienestar de quienes han puesto en práctica el juramento Hipocrático.
Por otra parte, hay que destacar que indiscutiblemente el aislamiento obligatorio ha funcionado de manera aceptable, Colombia se ha sacudido ante la adversidad y siguen produciendo gran optimismo los ejemplos de generosa filantropía en todas las escalas.
Claro está que siempre existirán los indisciplinados que no cumplen las restricciones establecidas para su propio beneficio, pero en términos generales, la mayoría sigue comportándose a la altura requerida por las circunstancias ocasionadas por la pandemia.
Sin embargo, tal como lo dimos a conocer en nuestras páginas, ya hizo su aparición el virus de la corrupción, a la que nunca se le ha conseguido una efectiva vacuna en Colombia.
Resulta inhumano, perverso, criminal, cruel, inexplicable, monstruoso y repudiable que inescrupulosos, funcionarios públicos y sus ‘calanchines’, desde ya, se estén aprovechando de esta emergencia para virlarse la plata de los contratos de las compras de elementos urgentes y comida para los más necesitados, a través de la conocida estrategia del sobrecosto, se trata de un atentado contra la vida, un irrespeto contra millones de colombianos, por lo que se espera la certera intervención de la Procuraduría General, la Contraloría General de la Republica y la Fiscalía General de la Nación, entes de control a los que les solicitamos su urgente intervención y ponerle coto a estos abominables actos que ya muestran su macabra aparición.