La guerra en sus múltiples maneras de mutar encontró la manera de navegar las aguas turbulentas del río Magdalena. Con lo único que no contó la violencia es que la esencia resiliente de la hicotea se hizo manifiesta.
El sociólogo Orlando Fals Borda definió al hombre hicotea como el ser que habita tanto el agua como la tierra y se hace portador de un caparazón que le permite aguantar los impasses de la vida.
Fue como una visión en la que mujeres y hombres se reunirían un día para asomar su cabeza por fuera de esta coraza, luego de que las balas hubieran amainado sus silbidos de muerte.
Los pescadores del departamento del Magdalena, que habitan la ruralidad del mar, el río y las ciénagas, son la perfecta alusión a esta metáfora de Fals Borda.
La guerra en sus múltiples maneras de mutar encontró la manera de navegar las aguas turbulentas del río Magdalena, pasando junto a la piragua de Guillermo Cubillos que yace dormitando en El Banco.
No contenta con ello se atrevió a intentar dominar las inquietas aguas del Parque Nacional Tayrona que custodian la inmensa Sierra Nevada de Santa Marta. A estas alturas, su paso logró posicionar en el mapa unas pequeñas poblaciones de casas que macondianamente se construían sobre las ciénagas, llamadas palafitos.
Con lo único que no contó la violencia es que la esencia resiliente de la hicotea se hizo manifiesta. Y con la piel marcada por el inclemente paso del tiempo y un robusto caparazón que los hace llevar su hogar en sus hombros, pescadores y pescadoras del Magdalena le dijeron en voz alta a la Comisión de la Verdad que ellos y ellas le apuestan a la verdad, a la paz y a la reconciliación.
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