Lectura peripatética

Hay imágenes que fastidian, no que molesten, porque son sentimientos diferentes. Imágenes como el que va por la calle y lleva los ojos pegados al celular, o como el sujeto que una vez se sienta en el autobús, saca su maquinita como robot y da rienda suelta al movimiento de las manos, pasando compulso imágenes una tras otra incansablemente, quizás aburrido, insustancial, perdido en sí mismo y buscando su polo a tierra o su sentido de vida. Los estudiosos de la influencia de la Internet en la vida de los niños, la robotización como fenómeno humano, hablan de depresión y suicidio. Y, sin embargo, estamos de acuerdo, el Internet nos cambió la vida. Antes de este fenómeno tecnológico postmoderno la vida se vivía de otra manera. Vivíamos desconectados del resto del mundo. Hoy leemos sin limitaciones, desde el artefacto libro, la prensa escrita, pero también desde cualquier móvil, o celular, o Tablet… El problema de la sociedad de masas y del consumo, en nuestro caso, es que la tecnología del Internet nos sorprendió en la premodernidad. Es decir, sin saber leer o sin comprender los signos del lenguaje escrito. Creo que este es otro factor en el análisis del problema de la lectura, sin excluir la imagen, que tiene la magia de atraparnos. ¿Cómo se lee hoy en día? ¿Por fragmentación? ¿Peripatéticamente? ¿En solitario y en silencio? ¿Dispersos pero concentrados? ¿En medio del murmullo incontenible del mundo? En cualquiera de estas formas existe lo que aludía Ricardo Piglia en una entrevista hace rato, en el tema de la lentitud y el cuidado en busca de sentido del texto: “hay una lentitud de la lectura, decía, digamos así, un tiempo para captar el sentido, difícil de cambiar”. Esta necesidad de lentitud en la vida contemporánea, que es muy rápida e hiperinformada, nos plantea el reto de ediciones de libros cortos para ir poco a poco llevando a los chavales a textos más densos y gordos. Y a comprender lo que leen. Leer es un hábito conductual que requiere repetición o rutina para poder afianzarse en el cuerpo-mente. Si uno le da vueltas al asunto del hábito robótico que genera la Internet, encontrará que la maquinita en la multiplicación de las manos se repite incansablemente. En el pasado, nosotros íbamos a todas partes con los libros, eso les pasa a los pelaos en los días de hoy con el celular. Es una extensión de sus cuerpos. La literatura tiene su crisis lectora con los que adoran las imágenes, la televisión y el cine. Iván Fontalvo, ganador de premio nacional de novela universitaria, la tiene claro. “Ojalá la guerra” y ahora la novela del premio de la UIS, “Una obra de arte”, son experimentos que desafían la tradición de la literatura copiosa y densa. Como dijo Piglia: “Lo único bueno de que el gran público se haya ido es que puedes hacer más experimentos”.