Hace 38 años, más de 290 peregrinos abordaron un avión en Bogotá, la nave decoló rumbo a Israel, la Tierra Santa, en un viaje chárter fletado especialmente para el peregrinaje, en pleno vuelo iba mi hija Martha Elías Arrieta y su esposo Rafael Gutiérrez, en ese entonces docentes en la ciudad de Riohacha, todos los viajeros pertenecían a la Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia, congregación cristiana, el vuelo tiene una duración de 18 horas, tiempo en que los peregrinos se caracterizaron por realizar cánticos de alabanzas con mucho orden y obediencia que hasta los pilotos los felicitaron por su disciplina y entrega amorosa a través del canto a Dios; la primera escala sucedió en Madrid, de ahí conectaron con París en Francia, donde visitaron muy estrechamente de tiempo, la torre Eiffel, quedando impresionados por tan voluminosa mole arquitectónica de acero, con sus trescientos metros altura, desde el aeropuerto Charles de Gaulle viajaron a Roma, en Italia, dirigiéndose al Vaticano, donde los recibió el Papa, en audiencia especial, desde Roma viajaron a El Cairo, Egipto donde visitaron las emblemáticas pirámides y posteriormente se adentraron al sitio del Mar Rojo donde Moisés por ayuda de Jehová, al tocar el agua del mar, con su cayado, este se abrió en dos, para que los cientos de miles de hebreos escaparan del temible ejército del Faraón, Moisés con la ayuda de Dios y su cayado como símbolo de autoridad hizo que el mar se uniera nuevamente arrastrando y ahogando a los egipcios, comenta Martha que al ver el punto geográfico de la famosa historia bíblica, quedó impresionada y parecía observar a los israelitas comandados por Moisés, cruzando el famoso Mar Rojo. Luego hicieron el recorrido por el desierto y escalaron el monte Sinaí donde Dios entregó las tablas de la ley los 10 mandamientos a Moisés.
Al llegar a Israel, nos dirigimos, en primera instancia a Belén, específicamente a la Basílica de la Natividad, sitio donde estuvo el pesebre donde nació Jesucristo, viajamos posteriormente a Jerusalén, desde que pisé esa tierra santa, comenta Martha, sentí una sensación distinta, a los demás viajes que he realizado, la brisa que me abrigaba era como si Dios nos saludara y en mi imaginación vi como en las nubes se dibujaba la silueta de Jesús bendiciéndonos y dándonos la bienvenida, ¡¡que fantástico!!, visitar el monte de los Olivos, donde Jesús oraba con frecuencia, el mismo lugar donde fue traicionado por Judas y arrestado por los soldados del sumo sacerdote, fue maravilloso y a la vez doloroso, allí experimenté y respiré amor, espiritualidad, paz, regocijo, anclando a mi mente y cuerpo más mi fe, conocimos el árbol donde se subió Zaqueo un hombre de baja estatura cobrador injusto de impuestos, ese árbol aun existe y recibe el nombre de sicomoro, donde Jesús lo invitó a bajarse y decirle que estaría con él en su casa. El solo hecho de seguir las huellas donde Jesús cargó un madero de tormento donde llevaba los pecados de cada uno de nosotros, mi esposo y yo caminábamos por esta vía dolorosa, pisamos la entrada donde Cristo cayó por primera vez, hoy está como emblema la Iglesia católica Armenia, llegamos a la estación V del viacrucis, donde Simón el Cirineo le ayuda a Jesús a cargar la cruz hasta el Gólgota, me siento una huésped satisfecha en la casa de Jesús, me comenta mi hija Martha, en su audio que me envió para escribir esta crónica, el monte donde fue crucificado, el Gólgota, sitio ubicado cerca del exterior de las murallas de Jerusalén, hoy es una Iglesia, precisamente donde Jesús donó su muerte para que tuviéramos salvación eterna, sentí de verdad la presencia del Señor. Cuando mi esposo Rafael y yo iniciamos la caminata del Viacrucis, llegando hasta el Santo Sepulcro, sentimos un escalofrío en el cuerpo y parecíamos ver a Jesucristo cargando la pesada cruz, por la vía dolorosa se observa los pequeños monumentos que simbolizan las caídas de Jesús y es como si la historia retrocediera a esa época y lo viéramos caer una y otra vez, recordando aquel sagrado momento, me puse a pensar, dice mi hija Martha, que fuerzas tuvo nuestro Señor, para cargar y caminar con la pesada cruz pero él sabía que su Padre, Jehová, lo estaba ayudando. Estando en el Santo Sepulcro, a mi hija Martha se le nublaron los ojos y sus lágrimas rodaron por su rostro. Con todo el resto de peregrinos, después de varios días inolvidables en Tierra Santa, llegó el momento de dejar el territorio divino, regresamos al aeropuerto para tomar el avión que nos trajo de regreso a Colombia, abordando la nave Martha miró hacia atrás cerró sus ojos y dijo “Gracias Señor por todo tu legado”, y vio como la Tierra Santa desaparecía a medida que la nave se elevaba, cruzando el cielo y adentrándose al mar Mediterráneo, mi hija Martha, miró hacia abajo e imaginó que el ancho mar se dividía en dos como ocurrió en el mar rojo, este viaje de peregrinación a Tierra Santa, no lo olvidaré jamás en mi vida comentó, mas sin embargo nunca pensó que años después regresaría nuevamente a la tierra donde Jesús dio su vida por la humanidad. En el próximo artículo hablaremos sobre Evodia Andrade, misionera cristiana que tiene las mismas cualidades y sentimientos de mi hija Martha.