Hasta donde ha llegado el odio en Colombia

Colombia toda ha andado mal, pero ahora espanta. La dirigencia política liberal y conservadora y conservadora y liberal sin que sean ni lo uno ni lo otro porque son la misma vaina han usado toda clase de artimañas, perversidades y atrocidades para mantenerse en el poder, empezando no sólo por restringir la educación sino por imponer un obsoleto modelo educativo cuya estructura está diseñada para deseducar en pro de la ignorancia que toda la vida han explotado a sus anchas. Bautizaban cientos de pelaos pobres para pescar los votos de los padres, pero hasta para darles los aguinaldos en diciembre era una odisea, me consta, porque lo viví en carne propia con mi madrina Eduviges. Destruyeron ocho constituciones en el juego de quítate tú pa’ ponerme yo para acomodar, en cada cambio de poder, sus intereses partidistas. Inventaron guerras partidistas en las que ponían a matarse entre liberales y conservadores ignorantes usando los peores horrores mientras ellos, unidos como siempre, vivían en “contubernio político y sexual”, cuyo libro cuenta con detalles el macabro jueguito. Ese descontrolado desorden de muerte, despojos de tierras y despilfarro del dinero público, como todo el mundo sabe, provocaron el nacimiento de las guerrillas, narcotráfico, delincuencia y demás consecuencias de la irresponsabilidad política. Todo esto junto los fue llevando a tal desprestigio que empezaron a perder credibilidad y ya estaban a punto de desaparecer del escenario político pero en sus últimos días, cuando ya el estrepito de su caída anunciaba el final pero ya cocinadas las guerrillas para usarlas, apareció Uribe como la tabla de salvación surgida de los escombros por lo que el país, en vista de que el ultimo “gamonal” de las degradadas hegemonías tenía que entregarle el alma al diablo para rescatar a sus copartidarios del fango, pasó de andar mal a precipitarse aparatosamente hacia el abismo. Fue por ello que el último “gamonal” entonces, sin nada más que ofrecer porque todo lo habían ofrecido y nada había cumplido y nadie le creía, aprovechó la ignorancia ya también cocinada y cambió las viejas estrategias partidistas por la promoción del odio contra las guerrillas para recuperar la confianza y los votos perdidos, y así empezó a trazar la macabra y ancha y honda raya que hoy en día divide al país envenenado por el odio y matándose entre sí, unos sin saber por qué y otros porque el último “gamonal”, para ellos patrón, se los ordena en nombre de la patria. Veamos ahora si el caso que me llevó a citar este pedazo de historia patria, para que confirmemos una vez más hasta donde, por la cadena de errores y horrores cometidos por la dirigencia política, ha llegado el odio en Colombia. Un colombiano uribista publicó la foto del chofer del bus de Fundación (Magdalena) donde se carbonizaron treinta y tres niños, treinta y tres, 33 en letras y en números y niños, es decir ángeles inocentes, y del otro lado la foto de Jesús Santrich puesta allí para protestar porque ese señor está preso por un accidente y a Santrich lo habían liberado. Por favor. Eso significa que ese tipo está tan ciego que no ve que en cierta forma está justificando el horroroso sacrificio de esos niños, no tiene otra explicación, porque el resultados de las investigaciones dejó más que claro que ese señor fue el culpable de que el bus se incendiara porque todo el mundo sabe que la gasolina es inflamable; porque esta se había chorreado en el piso del bus; porque llevaba 40 niños a bordo y cometió la imprudencia de prender el carro con dos cables eléctricos pelados. Ese señor es mucho más culpable incluso que todos los paramilitares de los gobiernos del Uribe incluyendo sus peores horrores, porque fueron treinta y tres niños, treinta y tres, 33, 33 niños en letras y en números para que no se nos olvide nunca jamás. Es natural que el odio haya desquiciado a muchos colombianos, pero comparaciones como esa nos llevan a pensar que algo peor está sucediendo. Una oración al Dios de la vida por esos niños, seguros de que sus almas angelicales sabrán perdonar la comparación de ese tipo.